Cómo unir la lucha por la equidad racial y la acción ambiental
Este último año ha sido de conciencia radical para la sociedad. A medida que nos despertamos colectivamente ante realidades trágicas, desde la arraigada injusticia racial hasta el inevitable aumento de la crisis climática, no tenemos que elegir a qué lucha nos unimos. Ahora es el momento de que los individuos, los gobiernos y las empresas estadounidenses enfrenten estas crisis entrelazadas.
“Las conexiones [entre el clima y la justicia racial] son intrincadas”, dice Yerina Mugica, quien recientemente se desempeñó como directora provisional de equidad de NRDC. “Es una cuestión de si elegimos reconocer eso o no. Las comunidades que se ven más afectadas por la injusticia racial son las mismas comunidades que se ven más afectadas por el cambio climático y la injusticia climática. Como sabemos, esto no es un accidente ni una coincidencia. Es parte del diseño de los sistemas que se basaron en el racismo. Por lo tanto, las soluciones deben basarse en la lucha contra el racismo”.
Estas prácticas ayudarán a fundamentar tu lucha para desmantelar a la vez ambos sistemas de opresión.
Practica el ambientalismo interseccional.
El ambientalismo sin interseccionalidad carece de profundidad y matices. El concepto de interseccionalidad, en lo que respecta al feminismo, fue acuñado a fines de la década de 1980 por la activista y profesora Kimberlé Crenshaw. Descubrió que las mujeres negras estaban excluidas de las ideas feministas tradicionales porque enfrentaban una discriminación superpuesta, arraigada en el género y la raza. Cuando se aplica al ambientalismo, la interseccionalidad resalta cómo los grupos marginados con diferentes identidades se ven afectados de una serie de formas derivadas de las injusticias ambientales que padecen.
El ambientalismo interseccional busca justicia por la colonización de tierras robadas, el fin del racismo ambiental, el acceso equitativo a los espacios verdes y la representación y el acceso equitativo a los espacios al aire libre para las comunidades LGBTQ + y discapacitadas. El ambientalismo interseccional aboga por la protección tanto de las personas como del planeta. Esta forma de activismo reconoce que la justicia climática requiere justicia social y viceversa.
Abogar por un cambio sistemático al hablar en contra de las corporaciones sin escrúpulos.
No seas víctima de lo que algunas corporaciones te quieren hacer creer: que el destino del planeta depende principalmente de que las personas controlen sus emisiones personales. En particular, el gigante petrolero BP popularizó el concepto de “huella de carbono personal” a través de una campaña publicitaria de 2005. Al hacerlo, BP efectivamente promulgó un cambio cultural para culpar a las personas en lugar de a la industria. (De manera similar, en la década de 1950, los grupos industriales que representaban a las empresas de envasado y otros infractores de nuestra cultura del descarte iniciaron el “movimiento contra la basura” en parte para desviar la atención de la necesidad de una legislación para controlar los propios problemas de residuos de estas empresas).
Ciertamente, los pequeños pasos que damos en casa se suman, pero en este momento, la gran cantidad de progreso que se necesita para reducir la contaminación requiere de un compromiso para cambiar la forma de producción de la industria por parte de entidades como las 20 compañías de combustibles fósiles responsables de un tercio de las emisiones mundiales de carbono. Las cinco compañías de petróleo y gas más grandes que cotizan en bolsa protegen sus intereses al invertir alrededor de $200 millones anuales en cabildeo en contra de las políticas de protección ambiental. En el ámbito industrial las empresas más poderosas trabajan arduamente para evadir la crisis climática con publicidad engañosa.
El daño que las personas causan palidece en comparación con la explotación corporativa continua y sin control. Las corporaciones producen la gran mayoría de lo que compramos, usamos y desechamos, y son una fuerza motora detrás del cambio climático global. Más allá del sector energético, que es responsable del 71 por ciento de todas las emisiones industriales desde que se reconoció oficialmente el cambio climático provocado por el ser humano, muchas otras industrias también desempeñan un papel importante. Por ejemplo, las 15 empresas más importantes de alimentos y bebidas de los Estados Unidos generan casi 630 millones de toneladas métricas de gases de efecto invernadero cada año. Las raíces de la injusticia climática están profundamente arraigadas tanto en la forma en que las corporaciones eligen operar como en la forma en que nuestras políticas públicas dan poder a sus prácticas, por lo que nuestras soluciones deben abordar a ambos.
Necesitamos regulaciones estrictas para proteger a los vulnerables: las víctimas del racismo ambiental, las comunidades expuestas a químicos tóxicos que amenazan la vida, los trabajadores explotados por empresas con fines de lucro y los recursos naturales del planeta. Las empresas que priorizan sus resultados sobre sus conciencias deben rendir cuentas.
Haz de tu ambientalismo una práctica comunitaria, no un concurso.
Incluso si todos tuvieran el acceso y los privilegios necesarios para reducir su huella de carbono individual, la crisis climática continuaría. Sin embargo, las poblaciones sin acceso a los recursos, los medios, el tiempo libre, y la energía para reconsiderar sus hábitos personales son vilipendiadas con demasiada frecuencia por no estar a la altura. Esta actitud competitiva no nos acerca más al mundo que queremos ver.
Da un paso atrás y date cuenta de que comparar tus hábitos ecológicos con los de un vecino es como argumentar que estás más cerca de la luna porque eres tres pulgadas y media más alto. Con un poco de perspectiva, es un lavado de cerebro. Esto se aplica a las personas que viven más allá de los estrechos límites de tu ciudad. Mira a las comunidades vecinas y prioriza su bienestar. Descubre qué comunidades en tu región podrían estar luchando con el agua del grifo contaminada o los impactos de una instalación de desechos peligrosos u otros grandes contaminadores cerca de sus hogares. Concéntrate en temas generales, no solo en decisiones individuales. Apoya los esfuerzos que no supongan una carga adicional para las personas marginadas. El mantener una práctica comunitaria prioriza la responsabilidad de exigir el acceso a los derechos más básicos — agua limpia, aire limpio, un hogar saludable — para todos.
Obtén más información sobre el racismo ambiental.
El racismo ambiental es una parte crucial de la conversación sobre la crisis climática. El medio ambiente en sí no es racista.Uf. Pero los recursos ambientales, como el aire que respiramos y el agua que bebemos, se rigen por un sistema corrupto y racializado. A través de su libro Dumping in Dixie: Race, Class, and Environmental Quality, publicado hace tres décadas, el Dr. Robert D. Bullard introdujo una definición completa del término racismo ambiental. Este creó conciencia sobre cómo las políticas públicas y las prácticas de la industria colocan de manera desproporcionada la carga de la contaminación, los desechos y los desastres relacionados con el clima en las comunidades de personas negras, indígenas y de color, y demostró cómo la falta de infraestructura y recursos comunitarios solo agrava aún más su vulnerabilidad.
Esta discriminación se manifiesta en prácticas como las líneas rojas, en las que los prestamistas hipotecarios trazan líneas de exclusión alrededor de las comunidades a las que no quieren otorgar préstamos, principalmente dirigidas a las comunidades de color de bajos ingresos. En la actualidad los Estados Unidos todavía están segregados porque la línea de exclusión empuja a las comunidades de color fuera de los centros de las ciudades, más lejos de los espacios naturales, más cerca de las carreteras, fábricas e instalaciones de desechos peligrosos, y hacia hogares de menor calidad. A su vez, estas comunidades enfrentan la mayor exposición a la contaminación y están en mayor riesgo de desastres relacionados con el clima, como huracanes e inundaciones, así como la gentrificación y el desplazamiento que sigue.
Aunque la investigación demuesta que son principalmente los estadounidenses blancos los que consumen los bienes y servicios relacionados con la creación de partículas finas, la forma más letal de contaminación del aire, esta contaminacion es la que los estadounidenses negros inhalan de manera desproporcionada. No debería sorprender, entonces, que las tasas de mortalidad por asma en niños y adultos sean casi ocho y tres veces más altas, respectivamente, entre los afroamericanos que entre los blancos. Las comunidades de color también enfrentan un acceso desigual al agua potable segura en comparación con las comunidades blancas. Al asignar la contaminación, los desechos y el riesgo de desastres a las comunidades de color, también se establecen tasas más altas de cáncer y muerte más temprana.
Apoyar una economía verde que mejore a las comunidades de color.
El aumento de la producción y el uso de energía limpia es un paso crucial en la ardua tarea de detener la crisis climática. Pero Estados Unidos tiene mucho camino por recorrer para hacer crecer sus sectores de energía renovable, incluida la eficiencia energética, la energía solar, la eólica, el almacenamiento de baterías y los automóviles limpios. Eso incluye reconocer los beneficios económicos y sociales que traen estos desarrollos, particularmente para las comunidades de color.
El Informe de Energía y Empleo de EE. UU. 2020 mostró que los principales sectores de energía limpia respaldaron más de 3.3 millones de empleos en los Estados Unidos en 2019. Pero también debemos asegurarnos de que los trabajadores se beneficien del cambio de nuestro país hacia una economía de energía más limpia, de que los legisladores esten conscientes del potencial que las corporaciones infligen al continuar con las prácticas abusivas en la carrera por producir tecnología renovable, y que la transición no refuerce las desigualdades existentes. Esto incluye asegurarnos de que los líderes de la ciudad y el estado que elegimos ayuden a que los trabajos de energía limpia estén disponibles para las personas que no viven cerca de los centros de capacitación o que no tienen el conocimiento o el acceso a estas oportunidades laborales. Por ejemplo, deberan apoyar los tipos de proyectos solares comunitarios que capacitan a los residentes de comunidades de color de bajos ingresos para no solo instalar paneles solares en sus áreas, sino también para convertirse en propietarios cooperativos de sus propios negocios de instalación solar. Iniciativas como estas aseguran que la industria de la energía limpia sea liderada por aquellos que han estado en la vanguardia del movimiento ambiental durante décadas — BIPOC, o comunidades de color — para que finalmente tengan el poder de proteger a sus comunidades.
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