La contaminación del aire: todo lo que hay que saber sobre la calidad del aire
Cómo afectan al planeta—y a tu salud—el esmog, el hollín, los gases de invernadero y demás contaminantes atmosféricos.
¿Qué es la contaminación atmosférica?
La contaminación atmosférica se refiere a la liberación de contaminantes al aire, los cuales son perjudiciales para la salud humana y el planeta en su conjunto.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año la contaminación del aire, tanto interior como exterior, es responsable de casi siete millones de muertes en todo el mundo. El noventa y nueve por ciento de los seres humanos actualmente respiran aire que excede los límites recomendados por la OMS para los contaminantes, y las personas que viven en países de ingresos bajos y medios son las más afectadas. En los Estados Unidos, la Ley de Aire limpio (Clean Air Act, en inglés), establecida en 1970, autoriza a la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA por sus siglas en inglés) a salvaguardar la salud pública regulando las emisiones de estos contaminantes atmosféricos nocivos.
¿Cuál es la raíz del problema de contaminación atmosférica?
“La mayor parte de la contaminación atmosférica proviene del uso y la producción de energía”, dice John Walke, director del Proyecto para un Aire Limpio, una rama del programa Clima y Energía Limpia del NRDC. El conducir un coche con gasolina, calentar una casa con petróleo, hacer funcionar una central eléctrica con gas de fracturación hidráulica: En cada caso, se quema un combustible fósil y se liberan al aire sustancias químicas y gases nocivos.
“Hemos logrado avances en los últimos 50 años en la mejora de la calidad del aire en los Estados Unidos, gracias a la Ley de Aire Limpio. Pero el cambio climático amenaza la habilidad que tendremos de cumplir con los estándares de contaminantes en el futuro – estándares diseñados para proteger la salud,” dice Walke.
Los efectos de la contaminación atmosférica
La contaminación atmosférica es actualmente el cuarto factor de riesgo de muerte prematura en el mundo. Según el último informe Estado mundial del aire (State of Global Air), que resume los últimos conocimientos científicos sobre la contaminación del aire en todo el mundo, en 2019 se produjeron 4,5 millones de muertes por exposición a la contaminación del aire exterior, y otros 2,2 millones por contaminación del aire interior. Los países más poblados del mundo, India y China, siguen soportando las mayores cargas de enfermedad.
“A pesar de las mejoras en la reducción de las tasas medias mundiales de mortalidad por contaminación del aire, este informe también sirve como un recordatorio aleccionador de que la crisis climática amenaza con empeorar significativamente los problemas de contaminación del aire”, explica Vijay Limaye, científico principal del departamento de Ciencia del NRDC. El esmog, por ejemplo, se intensifica por el aumento del calor, que se forma cuando hace más calor y hay más radiación ultravioleta. Además, el cambio climático aumenta la producción de contaminantes alergénicos del aire, como el moho (gracias a las condiciones de humedad causadas por el tiempo extremo y el aumento de las inundaciones) y el polen (debido a una temporada de polinización más larga). “Las sequías provocadas por el cambio climático también dando lugar a incendios forestales que pueden permanecer durante días y contaminar el aire con material partículado a cientos de kilómetros a favor del viento”.
Los efectos de la contaminación del aire en seres humanos varían en función del tipo de contaminante y de la duración y el nivel de exposición, así como de otros factores, como los riesgos individuales para la salud de una persona y los efectos acumulativos de múltiples contaminantes o factores estresantes.
El esmog y el hollín
El esmog y el hollín son los dos contaminantes atmosféricos más predominantes. El esmog (a veces llamado ozono troposférico) se produce cuando las emisiones de la combustión de fósiles reaccionan con los rayos solares. Por otro lado, el hollín es una mezcla de material partículado, o sea, partículas diminutas de químicos, tierra, humo, polvo o alérgenos flotando en el aire. Las fuentes del esmog y el hollín son las mismas: “Ambos provienen de la combustión de fósiles, como los automóviles, camiones, fábricas, centrales eléctricas, incineradoras, motores de todo tipo – todo lo que consuma combustible proveniente de carbono, gasolina y gas natural”, diceWalke.
El esmog puede causar irritación en los ojos y la garganta, así como daño a los pulmones, especialmente en gente que trabaja o hace ejercicio al aire libre, los niños y personas de edad avanzada. Es aún peor para las personas que padecen asma o alergias; estos contaminantes adicionales pueden intensificar sus síntomas y desencadenar ataques de asma. Las partículas más pequeñas del hollín en el aire son especialmente peligrosas porque pueden penetrar los pulmones y el torrente sanguíneo y empeorar la bronquitis, provocar ataques cardíacos e incluso acelerar la muerte.En 2020, un informe de la Escuela de Salud Pública T. H. Chan de Harvard mostró que las tasas de mortalidad por COVID-19 en zonas con más contaminación por material partículado eran más altas que en zonas con niveles más bajos, lo que demuestra una correlación entre la letalidad del virus y la exposición a largo plazo a la contaminación del aire.
Estos hallazgos también arrojan luz sobre una importante cuestión de justicia ambiental. Dado que las autopistas y las instalaciones contaminantes han estado históricamente situadas en barrios de bajos ingresos y comunidades de color, o junto a ellos, los efectos negativos de esta contaminación han sido experimentados de forma desproporcionada por las personas que viven en estas comunidades.
Contaminantes nocivos
Varios contaminantes del aire presentan graves riesgos para la salud y, en ocasiones, pueden ser mortales, incluso en cantidades pequeñas. Existen unos 200 regidos bajo ley; entre ellos, el mercurio, el plomo, las dioxinas y el benceno. “Dichos contaminantes se emiten mayormente durante la combustión de gas y carbón, durante la incineración y, en el caso del benceno, en la gasolina”, dice Walke. El benceno, clasificado como carcinógeno por la EPA, puede provocar irritación en los ojos, la piel y el pulmón a corto plazo, así como trastornos de la sangre a largo plazo. Las dioxinas, más comúnmente presentes en alimentos, aparecen también en el aire, si bien en cantidades menores, y pueden afectar el hígado a corto plazo, así como perjudicar los sistemas inmunológico, nervioso y endocrino, y la función reproductiva. El mercurio afecta el sistema nervioso central. El plomo en grandes cantidades puede provocar daños cerebrales y renales en niños, y en pequeñas cantidades puede tener un impacto en el coeficiente intelectual y la capacidad de aprendizaje.
Otra categoría de compuestos tóxicos, los hidrocarburos aromáticos policíclicos son compuestos tóxicos que emanan de los gases de escape de medios de transporte y de incendios forestales. En grandes cantidades, han sido vinculados a irritación de los ojos y el pulmón, problemas en la sangre y los riñones, e incluso cáncer. Un estudio sacó a relucir que los niños de madres expuestas a este tipo de contaminantes en mayores cantidades durante el embarazo padecen de procesamiento cerebral desacelerado y de síntomas más pronunciados de trastorno por déficit de atención con hiperactividad.
Gases de invernadero
Aunque estos contaminantes climáticos no causan los efectos directos o inmediatos sobre el cuerpo humano que tienen otros contaminantes del aire, como el esmog o las sustancias químicas peligrosas, sí son nocivos para nuestra salud. Al atrapar el calor terrestre dentro de la atmósfera, los gases de efecto invernadero propulsan el calentamiento de temperaturas y todas las consecuencias que el cambio climático conlleva: aumento del nivel del mar, condiciones climáticas más extremas, muertes relacionadas al calor, propagación de enfermedades infecciosas. Según un estudio realizado por la EPA en el 2021, el dióxido de carbono es responsable del 79 por ciento del total de emisiones de gases de invernadero a nivel nacional. Por otro lado, el metano fue responsable de un 11 por ciento. “El dióxido de carbono es el resultado de la combustión de fósiles, y el metano proviene de fuentes tanto naturales como industriales, como por ejemplo la inmensa cantidad liberada a la atmósfera mediante la perforación y extracción de petróleo y gas”, dice Walke. “Si bien es cierto que emitimos una cantidad muchísimo mayor de dióxido de carbono que de metano, hay que recordar que el metano es significativamente más potente y, por ende, muy destructivo”.
Los hidrofluorocarburos, otro grupo de gases de efecto invernadero, son miles de veces más potentes en su capacidad para atrapar calor, comparado con el dióxido de carbono. En octubre del 2016, más de 140 países se comprometieron a reducir su uso de dichos químicos—presentes en los acondicionadores de aire y refrigeradores—y encontrar alternativas más ecológicas para el futuro. Los Estados Unidos firmó oficialmente la Enmienda de Kigali en 2022
Polen y moho
El moho (hongo) y demás alérgenos provenientes de árboles, maleza y hierbas, flotan en el aire y su presencia, la cual puede ser perjudicial para la salud, se ven exacerbados por el cambio climático. Dichas sustancias no quedan regidas bajo la ley, pero también pueden ser consideradas contaminantes atmosféricos. “Cuando hay domicilios, escuelas y negocios que sufren daños por agua, aparece el moho y produce alérgenos contaminantes transportados por el aire”, dice Kim Knowlton, profesora universitaria de ciencias de la salud medioambiental en la Universidad de Columbia y ex científica en el NRDC. “La exposición al moho puede precipitar ataques de asma y reacciones alérgicas, y algunos mohos pueden además producir toxinas nocivas para cualquiera que las inhale”.
Las alergias al polen están empeorando debido al cambio climático. “Tanto estudios en laboratorios como en el campo han mostrado que mientras más se propagan las plantas generadoras de polen y dióxido de carbono (especialmente la ambrosía), mayor es el tamaño que alcanzan y mayor es su producción de polen”, dice Knowlton. “El cambio climático, además, alarga la temporada de producción de polen, y ciertos estudios han dado indicios de que el polen de la ambrosía ha estado adquiriendo más potencia como alérgeno”. Los hallazgos suponen que habrá más gente sufriendo de narices tupidas, fiebre, picazón en los ojos y demás síntomas. "Y para las personas alérgicas y asmáticas, los aumentos en los niveles de polen pueden precipitar ataques de asma, que son mucho más graves y pueden poner en peligro la vida".
La contaminación del aire en los Estados Unidos
Más de uno de cada tres residentes en EE.UU. (120 millones de personas) vive en condados con niveles insalubres de contaminación del aire, según el informe Estado del aire 2023 de la Asociación Americana del Pulmón (ALA por sus siglas en inglés). Desde que el informe anual se publicó por primera vez, en el 2000, sus conclusiones han mostrado cómo la Ley de Aire Limpio ha logrado reducir las emisiones nocivas del transporte, las centrales eléctricas y la industria manufacturera.
Sin embargo, hallazgos recientes reflejan cómo los incendios forestales y el calor extremo provocados por el cambio climático se suman a los retos de la protección de la salud pública. El último informe—que se centra en el ozono, la contaminación por partículas durante todo el año y la contaminación por partículas a corto plazo—también revela que las personas de color tienen un 61 por ciento más de probabilidades que los blancos de vivir en un condado que fracasa en al menos una de esas categorías, y tres veces más probabilidades de vivir en un condado que fracasa en las tres.
En las clasificaciones para cada una de las tres categorías de contaminación contempladas en el informe de la ALA, las ciudades californianas ocupan los tres primeros puestos (es decir, eran las más contaminadas) a pesar de los progresos que el Estado Dorado ha realizado en la reducción de las emisiones contaminantes a la atmósfera en la última mitad de siglo. En el otro extremo del espectro, Burlington, Vermont Honolulu; y Wilmington, Carolina del Norte, figuran sistemáticamente entre las mejores ciudades del país en cuanto a calidad del aire.
La contaminación del aire y la justicia ambiental
Nadie quiere vivir al lado de una incineradora, refinería de petróleo, puerto, vertedero de residuos tóxicos u otro lugar contaminante. Sin embargo, millones de personas en todo el mundo lo hacen, lo que les expone a un riesgo mucho mayor de padecer enfermedades respiratorias, cardiovasculares, neurológicas, cáncer y muerte. En los Estados Unidos, las personas de color tienen 1,5 veces más probabilidades que los blancos de vivir en zonas con mala calidad del aire, según la ALA.
Históricamente, las políticas racistas de zonificación y las prácticas discriminatorias de concesión de préstamos conocidas como “redlining” se han combinado para mantener las industrias contaminantes y las autopistas atascadas de coches lejos de los barrios blancos y han convertido a las comunidades de color —especialmente a las comunidades de color pobres y de clase trabajadora—en zonas de sacrificio donde los residentes se ven obligados a respirar aire sucio y sufrir los muchos problemas de salud asociados a él. Además de los mayores riesgos para la salud que conlleva vivir en esos lugares, el aire contaminado puede perjudicar económicamente a los residentes en forma de días de trabajo perdidos y mayores gastos médicos.
El racismo ambiental no se limita a las ciudades y las zonas industriales. Los trabajadores al aire libre, incluidos los tres millones de trabajadores agrícolas migrantes y estacionales que se calcula que hay en Estados Unidos, se encuentran entre los más vulnerables a la contaminación atmosférica, y también entre los menos preparados políticamente para presionar a empresarios y legisladores que afirmen su derecho a respirar aire limpio.
Recientemente, el mapeo del impacto acumulativo, que utiliza datos sobre las condiciones ambientales y demográficas, ha podido mostrar cómo algunas comunidades están sobrecargadas con capas de problemas, como altos niveles de pobreza, desempleo y contaminación. Herramientas como el Environmental Justice Screening Method y el EJScreen de la EPA demuestran lo que muchas comunidades de justicia ambiental llevan décadas explicando: que necesitamos reformas del uso del suelo y de la salud pública para garantizar que las zonas vulnerables no estén sobrecargadas y que las personas que más necesitan recursos los reciban.
Control de la contaminación del aire
En Estados Unidos, la Ley de Aire Limpio ha sido una herramienta crucial para reducir la contaminación del aire desde su aprobación en 1970, aunque los intereses de los combustibles fósiles, ayudados por legisladores favorables a la industria, han intentado con frecuencia debilitar sus numerosas protecciones. Para mantener y mejorar la calidad del aire, siempre será importante garantizar que esta ley ambiental fundamental se mantenga intacta y se aplique correctamente.
Pero la mejor y más eficaz forma de controlar la contaminación del aire es acelerar nuestra transición hacia combustibles y procesos industriales más limpios. Al cambiar a fuentes de energía renovables (como la energía eólica y solar), al maximizar la eficiencia del combustible de nuestros vehículos y sustituir cada vez más los autos y camiones de gasolina por versiones eléctricas, así limitamos la contaminación del aire en su origen y al mismo tiempo frenamos el calentamiento global que agudiza muchos de sus peores efectos sobre la salud.
¿Y qué hay de los costos económicos del control de la contaminación del aire? Según un informe sobre la Ley de Aire Limpio encargado por el NRDC, los beneficios anuales de un aire más limpio son hasta 32 veces superiores al costo de la normativa sobre el aire limpio. Esos beneficios evitan hasta 370.000 muertes prematuras, 189.000 ingresos hospitalarios menos por enfermedades cardíacas y respiratorias, y unos beneficios económicos netos de hasta 3,8 billones de dólares anuales para la economía estadounidense cada año.
Cómo ayudar a reducir la contaminación del aire
“Cuanto menos gasolina quememos, mejor haremos para reducir la contaminación del aire y los efectos dañinos del calentamiento global”, explica Walke. Hay que ser concienzudos en las decisiones que tomamos en torno al transporte. Caminar, montar bicicleta o tomar transporte público siempre que sea posible. Y cuando hay que manejar, pues elegir carros con mejor desempeño de millas por galón de gasolina o, mejor aún, optar por un vehículo eléctrico”. Podemos además investigar nuestras opciones de proveedores de servicio eléctrico, ya que muchas veces se puede solicitar energía eólica o solar. Comprar alimentos locales disminuye la cantidad de combustible utilizada en el transporte de dichos alimentos mediante camiones o aviones. Pero quizás lo más importante sea “apoyar a líderes que fomenten e impulsen medidas para mantener el aire y agua limpios y para tomar acción con respecto al cambio climático”, dice Walke.
Cómo proteger la salud
- “Cuando ves en las noticias o en el informe del tiempo que los niveles de contaminantes están altos, limitar el tiempo que pasen afuera jugando los niños o el tiempo que pasemos afuera hacienda ejercicios”, dice Walke. Como regla general, los niveles de ozono tienden a ser menores temprano por la mañana.
- Cuando haya que hacer ejercicio al aire libre, mantenerse lo más lejos posible de áreas transitadas por vehículos de motor. Luego de ello, ducharse bien y lavar la ropa para quitar partículas diminutas.
- El aire puede parecer claro, pero eso no significa que esté libre de contaminación. Utilice herramientas como el monitor de contaminación del aire de la EPA, AirNow, para obtener las condiciones más recientes.
- Si la calidad del aire es mala, permanecer adentro con las ventanas cerradas.
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